- Búscalo en la guía, creo haberlo anotado en alguna parte pero no tengo tiempo
de revisar, ya estoy llegando tarde. Hasta luego querida. -
Pero
esa mañana no solo buscó el número del plomero en la bendita guía telefónica,
ojeó página tras página cediendo a un absurdo impulso.
-No
me limité a detenerme en la L… ¡Además lo llamé Miriam! .-
-
¿Qué hiciste qué? -preguntó anonadada.
-Por
supuesto no me di a conocer, bueno sí pero… en realidad le dije que la que
hablaba era Alejandra y como tal me atreví a citarlo en una confitería de
Lavalle y Carlos Pellegrini-.
-
¡Laura estás loca, ya que tuviste el poco sentido común de citarte con tu
primer novio, al menos le hubieras dicho quién eras en realidad! -
-
¡Ni soñando! No quiero problemas… -la irónica mirada de Miriam le dijo sin
palabras lo que ella ya estaba pensando-. -De acuerdo, estoy en problemas,
aunque él no sospechó nada, hasta pareció agradarle sobremanera que fuera
Alejandra quién lo invitara-. '
-Por
lo que veo aceptó-.
-
¿Por qué no iba a hacerlo? Después de todo siempre se sintió atraído hacia
ella-.
-
¿A qué hora te espera? -
-Nunca
dije que iría… -resuelta se levantó de la cama para enfrentar el espejo de la
cómoda.
-No…
es cierto, pero las dos sabemos que vas a ir- la desafió Miriam mientras se le
acercaba desde atrás. Por unos instantes se sostuvieron la mirada en el espejo,
por fin Laura se rindió con una sonrisa.
Y
allí estaba, a las seis en punto, solo que no podía ganarle la batalla al miedo
que parecía correr por su espalda en forma de sudor frío. Después de pensarlo,
le pareció que la única manera de encararlo era fingir un encuentro fortuito.
No había razón para que él sospechara de ella. Además, si no la reconoció por
teléfono, podía ocurrir que tampoco lo hiciera personalmente. Habían pasado
veinte años, y el tiempo había dejado huellas de su paso por la vida de Laura.
En
cambio él… No podía decir que estaba igual, de ninguna manera! Si a los
diecinueve era atractivo ahora resultaba irresistible. Lo único que denotaba
los años eran esas distinguidas canas que platinaban sus sienes. "Hasta
los surcos que adornaban su rostro aquí y allá le quedaban bien" se dijo
para sus adentros a medida que avanzaba entre las mesas. Pasó de largo y se
sentó en diagonal a él. Con manos sudorosas tomó el menú dispuesta a
desentenderse de Roberto, ese desconsiderado que no parecía recordarla.
-
¿Laura? - le llegó una voz que había viajado en el tiempo para detenerse en
este insólito viernes de 1999. Lentamente sus pupilas iniciaron el ascenso
atravesando aquel impecable traje azul, hasta encontrarse frente a frente con
su pasado.
-
¿Roberto? -logró preguntar con fingida sorpresa.
-El
mismo- contestó con una sonrisa.
-
¡Pero qué casualidad! ¿Qué andas haciendo por acá? -
-Esperando
a una persona-.
-Oh,
entonces me imagino que no podrás acompañarme, estaba a punto de ordenar un… -
-
¿Gancia en las rocas? - Laura asintió evidentemente complacida por aquel
recuerdo. - Y sí, puedo acompañarte porque es obvio que mi cita ya no vendrá-.
-
En ese caso… -le señaló la silla frente a la suya.
-Laura…
-suspiró Roberto. -Me parece mentira haberte encontrado después de tantos años.
Cuando te mudaste te perdí el rastro; aunque te confieso que me obligué a
hacerlo porque… bueno… jamás podría haber sido tu amigo, no después de lo que
tuvimos. - Laura no pudo evitar el rosado de sus mejillas.
-Perdón…
¿te incomodo? - se apresuró a disculparse. La oportuna aparición del mozo
consiguió sacarla del brete.
-Gancia
en las rocas… - ordenó él, después de una sugestiva pausa agregó. - … para dos.
-
-
Y… ¿Cómo van tus cosas? -preguntó sólo para no pensar en la perturbadora mirada
de Roberto y en lo que le estaba haciendo sentir.
-Muy
bien, me recibí de arquitecto y tengo la suerte de ser uno de los pocos
afortunados que no deben manejar un taxi para sobrevivir.-
-Entonces
pudiste… -
-Sí,
la construí, tan blanca y perfecta como una vez soñé. Es más, vivo en ella. -
-
¡Oh Rober, me alegro tanto! -exclamó emocionada mientras su mano seguía aquel
antiguo camino hacia la de él casi sin darse cuenta.
Él
pareció reparar en el detalle al mismo tiempo que ella y por eso pudo impedir
su prudente retirada.
¿Sos
feliz? -le disparó de pronto aferrando la mano de Laura entre las suyas.
-De
a ratitos… como todo el mundo- contestó conmovida.
Y
uno a uno fueron cayendo los recuerdos sobre la mesa, acompañados por un Gancia
lleno de nostalgia, de letanía, de lo que pudo ser…
-
¡Uy! Cómo pasó el tiempo… tengo que irme- dijo Laura mirando su reloj.
-
¿Volverás a llamarme? -preguntó Roberto al verla ponerse de pie con resolución.
-No
lo sé yo…-de pronto la pregunta de Roberto se abrió paso en su embotado
cerebro.-Un momento, yo no te llamé.:, -
-
¡Claro que sí! -afirmó con un asome; de sonrisa en los labios. Pero al ver que
ella estaba resuelta a discutirle el punto agregó: -Lo sé con certeza, porque
Alejandra… es la bruja con la que me casé. -
FIN
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